Un grupo de hombres prepara un plato de spaghetti: los actores parecen ignorar totalmente la cámara, absortos como están en sus tareas, le dan la espalda para volcar el contenido de la olla hirviendo, agarran los platos y los cubiertos, mientras que Mabel se agita, se esfuerza en vano en su papel de dueña de casa. En la mesa, la atención del director se centra en el intercambio mudo que se instaura entre Mabel y su marido, Nick, separados por la fila de comensales. Cassavetes alterna planos cercanos de Mabel, cuyo rostro se agita por tics descontrolados, con planos más abiertos donde ella aparece en la profundidad del campo, al otro extremo de la mesa. En primer plano, comienzan los gestos concretos de una comida: pasar el pan, servir el vino… Los platos humeantes, los vasos que se vacían cubren en parte el rostro de Mabel, haciendo más flagrante todavía el desajuste que se instala. Es la única que no come, esboza gestos detenidos, busca la mirada de su marido, hace preguntas que parecen fuera de lugar. Intenta, en vano, con una afectación exagerada, hacer una actuación social en la que ninguno de los comensales quiere participar, provocando molestia, incomodidad en sus interlocutores, animados por el único e imperioso deseo de saciar su hambre. La realidad tangible, física, material de la comida, presentada de manera muy prosaica por los ruidos de masticación, el entrechocar de los cubiertos y de los vasos, enmascara tanto como revela la incapacidad súbita de Mabel de participar en el mundo. A través de esta escena cotidiana, Cassavetes diseña con delicadeza el distanciamiento de lo real de una mujer que se va desequilibrando lentamente.
Comentario
Un grupo de hombres prepara un plato de spaghetti: los actores parecen ignorar totalmente la cámara, absortos como están en sus tareas, le dan la espalda para volcar el contenido de la olla hirviendo, agarran los platos y los cubiertos, mientras que Mabel se agita, se esfuerza en vano en su papel de dueña de casa. En la mesa, la atención del director se centra en el intercambio mudo que se instaura entre Mabel y su marido, Nick, separados por la fila de comensales. Cassavetes alterna planos cercanos de Mabel, cuyo rostro se agita por tics descontrolados, con planos más abiertos donde ella aparece en la profundidad del campo, al otro extremo de la mesa. En primer plano, comienzan los gestos concretos de una comida: pasar el pan, servir el vino… Los platos humeantes, los vasos que se vacían cubren en parte el rostro de Mabel, haciendo más flagrante todavía el desajuste que se instala. Es la única que no come, esboza gestos detenidos, busca la mirada de su marido, hace preguntas que parecen fuera de lugar. Intenta, en vano, con una afectación exagerada, hacer una actuación social en la que ninguno de los comensales quiere participar, provocando molestia, incomodidad en sus interlocutores, animados por el único e imperioso deseo de saciar su hambre. La realidad tangible, física, material de la comida, presentada de manera muy prosaica por los ruidos de masticación, el entrechocar de los cubiertos y de los vasos, enmascara tanto como revela la incapacidad súbita de Mabel de participar en el mundo. A través de esta escena cotidiana, Cassavetes diseña con delicadeza el distanciamiento de lo real de una mujer que se va desequilibrando lentamente.