La secuencia comienza con un plano de un paisaje nocturno que apenas se recorta en la negrura de la noche, que no nos muestra nada realmente. En el transcurso de este plano se oye un disparo y un batir de alas de aves asustadas pero nada en la imagen nos permite ver ni localizar este hecho evocado pero no mostrado. Le siguen planos de un hombre agitado y atemorizado cuya imagen, casi enteramente negra, no nos deja ver más que una delgada silueta a contraluz y nos oculta las líneas y los volúmenes de su rostro. Luego, un plano detalle nos muestra sus manos “caminando” sobre hojas en el suelo de la jungla. En un plano más abierto, el hombre resopla como un animal y no llegamos a identificar exactamente el sentido de sus gestos. Todo en este inicio de secuencia nocturna crea un clima misterioso, con planos en los que la oscuridad, lo no visible dominan a lo visible. Cuando pasamos al plano general, con el hombre y el árbol en cuadro, el tigre está al mismo tiempo presente y oculto, ya que se confunde con la silueta oscura del árbol y carece de espesor y de materia. Como está perfectamente inmóvil, el tiempo que tarda cada espectador en descubrirlo en la imagen sin duda no es igual para todos. Está presente en lo visible sin que se lo “muestre” realmente como podría haber ocurrido con un plano más cerrado que lo reencuadre. Después, siempre en el mismo plano y en el mismo encuadre, el personaje es el que va a “mostrar” al tigre con el haz de luz de su linterna: lo que hasta ese momento no era más que una forma negra e inmóvil, se convierte en un tigre real y singular con su pelaje colorido y rayado y el movimiento de su respiración. Lo que no era más que una silueta plana y oscura adquiere volumen y color. Recién con los planos y contraplanos que siguen, el hombre y el animal se vuelven claramente visibles en la imagen. Pero, en el último plano, la cabeza del tigre vuelve parcialmente a lo oscuro, excepto por su ojo derecho, cuando el personaje dice en voz en off : « ahora me veo a mí ». Este cambio de iluminación en la cabeza del tigre no tiene justificación realista: oscurecer una parte de la cabeza del tigre en el momento en el que el hombre se identifica con él es una decisión deliberada del cineasta.
Comentario
La secuencia comienza con un plano de un paisaje nocturno que apenas se recorta en la negrura de la noche, que no nos muestra nada realmente. En el transcurso de este plano se oye un disparo y un batir de alas de aves asustadas pero nada en la imagen nos permite ver ni localizar este hecho evocado pero no mostrado.
Le siguen planos de un hombre agitado y atemorizado cuya imagen, casi enteramente negra, no nos deja ver más que una delgada silueta a contraluz y nos oculta las líneas y los volúmenes de su rostro. Luego, un plano detalle nos muestra sus manos “caminando” sobre hojas en el suelo de la jungla. En un plano más abierto, el hombre resopla como un animal y no llegamos a identificar exactamente el sentido de sus gestos. Todo en este inicio de secuencia nocturna crea un clima misterioso, con planos en los que la oscuridad, lo no visible dominan a lo visible.
Cuando pasamos al plano general, con el hombre y el árbol en cuadro, el tigre está al mismo tiempo presente y oculto, ya que se confunde con la silueta oscura del árbol y carece de espesor y de materia. Como está perfectamente inmóvil, el tiempo que tarda cada espectador en descubrirlo en la imagen sin duda no es igual para todos. Está presente en lo visible sin que se lo “muestre” realmente como podría haber ocurrido con un plano más cerrado que lo reencuadre. Después, siempre en el mismo plano y en el mismo encuadre, el personaje es el que va a “mostrar” al tigre con el haz de luz de su linterna: lo que hasta ese momento no era más que una forma negra e inmóvil, se convierte en un tigre real y singular con su pelaje colorido y rayado y el movimiento de su respiración. Lo que no era más que una silueta plana y oscura adquiere volumen y color.
Recién con los planos y contraplanos que siguen, el hombre y el animal se vuelven claramente visibles en la imagen. Pero, en el último plano, la cabeza del tigre vuelve parcialmente a lo oscuro, excepto por su ojo derecho, cuando el personaje dice en voz en off : « ahora me veo a mí ». Este cambio de iluminación en la cabeza del tigre no tiene justificación realista: oscurecer una parte de la cabeza del tigre en el momento en el que el hombre se identifica con él es una decisión deliberada del cineasta.