Fátima vive en Dakar pero su imaginación es más poderosa que la realidad que la rodea. En esta secuencia, para el realizador se trata menos de filmar un juego real que de filmar una escapada imaginaria de la niña. El ensueño se inicia con un primerísimo primer plano que permite dejar el mundo real y despegar hacia el imaginario. Sus dos dedos trazan líneas paralelas sobre diferentes superficies: la piel del antebrazo, el mimbre de una panera y una pared cuya blancura va a desencadenar la imaginación de la nieve. El sonido del viento, mezclado muy fuerte, contribuye a ese despegue lejos de la realidad africana evocando el sonido sibilante que podemos oír bajando una pista de ski. Reencontramos a Fátima caminando sobre una pila de arena de una obra en construcción como si superara penosamente pequeños montículos de nieve. Ahora imita, al borde de un camino lleno de desechos, la marcha de un esquiador de fondo. Por fin, el cineasta empalma un plano a medias real (el escenario africano) a medias imaginario (ella parece deslizarse sin el menor esfuerzo sobre una pendiente de ski). La pendiente de la pista de ski se obtiene por una simple oscilación de la cámara que da una visión trucada de las horizontales del plano. Se empalma ahora con el libro de imágenes que sin duda desencadenó el ensueño: tal vez, todo esto no era más que un viaje inmóvil en el mundo imaginario a partir de un paisaje nevado dibujado.
Comentario
Fátima vive en Dakar pero su imaginación es más poderosa que la realidad que la rodea. En esta secuencia, para el realizador se trata menos de filmar un juego real que de filmar una escapada imaginaria de la niña. El ensueño se inicia con un primerísimo primer plano que permite dejar el mundo real y despegar hacia el imaginario. Sus dos dedos trazan líneas paralelas sobre diferentes superficies: la piel del antebrazo, el mimbre de una panera y una pared cuya blancura va a desencadenar la imaginación de la nieve. El sonido del viento, mezclado muy fuerte, contribuye a ese despegue lejos de la realidad africana evocando el sonido sibilante que podemos oír bajando una pista de ski. Reencontramos a Fátima caminando sobre una pila de arena de una obra en construcción como si superara penosamente pequeños montículos de nieve. Ahora imita, al borde de un camino lleno de desechos, la marcha de un esquiador de fondo. Por fin, el cineasta empalma un plano a medias real (el escenario africano) a medias imaginario (ella parece deslizarse sin el menor esfuerzo sobre una pendiente de ski). La pendiente de la pista de ski se obtiene por una simple oscilación de la cámara que da una visión trucada de las horizontales del plano. Se empalma ahora con el libro de imágenes que sin duda desencadenó el ensueño: tal vez, todo esto no era más que un viaje inmóvil en el mundo imaginario a partir de un paisaje nevado dibujado.