El primer plano de Pauline en la playa sirve de título: los créditos aparecen sobre la imagen y después desaparecen y aquí es el sonido el que invita a la ficción de la película y hace arrancar la historia con el acercamiento del motor del automóvil de Marion (Arielle Dombasle) llegando para las vacaciones, acompañada de su prima Pauline. El espectador está ubicado en un lugar de espera, frente a ese portal cerrado y centrado en la imagen, los sonidos del lugar están muy presentes (los pájaros), pero por ahora sin historia: es preciso que los personajes lleguen para que ésta comience. Para Rohmer, de manera general, los lugares son esenciales y forman parte integral del relato; las historias están situadas con mucha precisión, ancladas en un lugar determinado, nombrado muchas veces en sus películas (desde las primeras: La panadera de Monceau, Clermont-Ferrand en Mi noche con Maud, La rodilla de Clara en Annecy…)Para Pauline en la playa sabremos después que la historia ocurre muy cerca del Mont-Saint-Michel, en un balneario normando. Aunque el perímetro es lo suficientemente amplio, muchos lugares precisos volverán varias veces en la película: la casa de Marion, la del etnólogo, la playa donde Pierre (Pascal Greggory) dicta sus cursos de windsurf… Pero la casa de Marion es la que se presenta como lugar de partida, allí donde todo comienza. Lógicamente, la película terminará, en un efecto de bucle, con el cierre del portón y con la partida de Marion y Pauline (vestida de marinero como al comienzo). La apertura del portón abre también el paréntesis de las vacaciones, que se cierra al final: tanto para los personajes como para el espectador es una promesa de encuentros imprevistos, de nuevas historias por venir. La película se presenta así como un pequeño teatro con escenografía natural, en el que el vodevil se juega en una unidad clásica de tiempo, lugar y acción.
Después de la elipsis que nos lleva al jardín, un plano general con aspecto de plano secuencia (antes de hacer llegar el corte un poco más tarde, con un zoom asombroso) se presenta como una pintura de colores elegidos y repartidos entre el lugar y los personajes (el blanco y el azul claro de las vestimentas que destacan, el verde y el violeta de las plantas) y en un encuadre preciso (el formato 4/3 refuerza esa sensación). También es un teatro realista al que los personajes dan vida (las hortensias que se cortan) y personalizan delante de nosotros, a medida que entran y salen de cuadro. Los desafíos narrativos son muy claros, enunciados desde ese primer diálogo y la continuación de la película será la puesta en situación de esperas y esperanzas contrariadas de las dos jóvenes: todos los azares, todas las sorpresas ahora son posibles.
Comentario
El primer plano de Pauline en la playa sirve de título: los créditos aparecen sobre la imagen y después desaparecen y aquí es el sonido el que invita a la ficción de la película y hace arrancar la historia con el acercamiento del motor del automóvil de Marion (Arielle Dombasle) llegando para las vacaciones, acompañada de su prima Pauline. El espectador está ubicado en un lugar de espera, frente a ese portal cerrado y centrado en la imagen, los sonidos del lugar están muy presentes (los pájaros), pero por ahora sin historia: es preciso que los personajes lleguen para que ésta comience. Para Rohmer, de manera general, los lugares son esenciales y forman parte integral del relato; las historias están situadas con mucha precisión, ancladas en un lugar determinado, nombrado muchas veces en sus películas (desde las primeras: La panadera de Monceau, Clermont-Ferrand en Mi noche con Maud, La rodilla de Clara en Annecy…)Para Pauline en la playa sabremos después que la historia ocurre muy cerca del Mont-Saint-Michel, en un balneario normando. Aunque el perímetro es lo suficientemente amplio, muchos lugares precisos volverán varias veces en la película: la casa de Marion, la del etnólogo, la playa donde Pierre (Pascal Greggory) dicta sus cursos de windsurf… Pero la casa de Marion es la que se presenta como lugar de partida, allí donde todo comienza. Lógicamente, la película terminará, en un efecto de bucle, con el cierre del portón y con la partida de Marion y Pauline (vestida de marinero como al comienzo). La apertura del portón abre también el paréntesis de las vacaciones, que se cierra al final: tanto para los personajes como para el espectador es una promesa de encuentros imprevistos, de nuevas historias por venir. La película se presenta así como un pequeño teatro con escenografía natural, en el que el vodevil se juega en una unidad clásica de tiempo, lugar y acción.
Después de la elipsis que nos lleva al jardín, un plano general con aspecto de plano secuencia (antes de hacer llegar el corte un poco más tarde, con un zoom asombroso) se presenta como una pintura de colores elegidos y repartidos entre el lugar y los personajes (el blanco y el azul claro de las vestimentas que destacan, el verde y el violeta de las plantas) y en un encuadre preciso (el formato 4/3 refuerza esa sensación). También es un teatro realista al que los personajes dan vida (las hortensias que se cortan) y personalizan delante de nosotros, a medida que entran y salen de cuadro. Los desafíos narrativos son muy claros, enunciados desde ese primer diálogo y la continuación de la película será la puesta en situación de esperas y esperanzas contrariadas de las dos jóvenes: todos los azares, todas las sorpresas ahora son posibles.