Mouchette, como Edmund en Alemania año cero (Roberto Rossellini), no tiene derecho a vivir la infancia que está en edad de vivir. Arrinconada entre un padre alcohólico y brutal, una madre enferma, los cuidados maternales que ha debido darle a su hermanito que todavía es un bebé y el trabajo de lavar los platos en el bar del pueblo los días en que no tiene escuela, es rechazada por los alumnos de su clase y por la comunidad pueblerina. Esa mañana, cuando su madre acaba de morir, una vecina le ha dado un vestido blanco antiguo como vestimenta funeraria. Al borde de una aguada, en las afueras del pueblo, comienza, como jugando, a dejarse rodar por la pendiente. Cuando vuelve a subir para recomenzar el juego, un paisano que pasa en su tractor no responde a su gesto de interpelación. Una campana de la iglesia suena cuando ella regresa a su juego. Sola de nuevo, reanuda su juego de rodar, su cuerpo detenido cerca del agua por arbustos.
Ahora vuelve a subir la pendiente para comenzar por tercera vez su juego de vértigo. Nada permite distinguir en esta tercera versión del juego una voluntad suicida. Bresson, esta vez, no filma la llegada de Mouchette a la parte inferior de la pendiente: en el plano del borde del agua, Mouchette ha desaparecido mientras que los círculos en el agua nos sugieren que se ha ahogado. Contrariamente a lo que ocurre con Edmund, a quien vemos elegir deliberadamente lanzarse en el vacío, no sabremos jamás en el caso de Bresson si es sólo un juego que accidentalmente ha salido mal o si Mouchette se ha lanzado voluntariamente al agua para morir. O si el juego, que comenzó como un juego real, le dio en el camino la idea de terminar con su dura vida sin una posible infancia.
Comentario
Mouchette, como Edmund en Alemania año cero (Roberto Rossellini), no tiene derecho a vivir la infancia que está en edad de vivir. Arrinconada entre un padre alcohólico y brutal, una madre enferma, los cuidados maternales que ha debido darle a su hermanito que todavía es un bebé y el trabajo de lavar los platos en el bar del pueblo los días en que no tiene escuela, es rechazada por los alumnos de su clase y por la comunidad pueblerina. Esa mañana, cuando su madre acaba de morir, una vecina le ha dado un vestido blanco antiguo como vestimenta funeraria. Al borde de una aguada, en las afueras del pueblo, comienza, como jugando, a dejarse rodar por la pendiente. Cuando vuelve a subir para recomenzar el juego, un paisano que pasa en su tractor no responde a su gesto de interpelación. Una campana de la iglesia suena cuando ella regresa a su juego. Sola de nuevo, reanuda su juego de rodar, su cuerpo detenido cerca del agua por arbustos.
Ahora vuelve a subir la pendiente para comenzar por tercera vez su juego de vértigo. Nada permite distinguir en esta tercera versión del juego una voluntad suicida. Bresson, esta vez, no filma la llegada de Mouchette a la parte inferior de la pendiente: en el plano del borde del agua, Mouchette ha desaparecido mientras que los círculos en el agua nos sugieren que se ha ahogado. Contrariamente a lo que ocurre con Edmund, a quien vemos elegir deliberadamente lanzarse en el vacío, no sabremos jamás en el caso de Bresson si es sólo un juego que accidentalmente ha salido mal o si Mouchette se ha lanzado voluntariamente al agua para morir. O si el juego, que comenzó como un juego real, le dio en el camino la idea de terminar con su dura vida sin una posible infancia.