Al abuelo Tenenbaum no le gusta la manera timorata en la cual su hijo educa a sus dos varones. Su principio es no sólo que “no se les enseña a los niños a temer la vida”, sino que es preciso hacer lo contrario: “hacerlos abrevar en la audacia”.
En esta secuencia invita a los dos hermanos a salir a jugar con él por las calles. Va a transgredir la mayoría de las reglas que por lo común establecen los padres responsables. En dos minutos de película, les enseña a cruzar la senda peatonal en el momento en que el semáforo se pone en verde para los automóviles, a lanzar bombas de agua sobre un taxi, a robar en una tienda, a treparse a un camión recolector de basura, a apostar dinero en juegos prohibidos. El ritmo desenfrenado de la secuencia hace que el espectador mismo se deje llevar por esta excitación lúdica y se vuelva un niño exaltado en ese momento de libertad feliz, sin tener tiempo de pensar en los peligros que ese abuelo les hace correr a sus pequeños nietos. El componente anárquico del juego, que se manifiesta en esa escena, es tan divertido como en el de una película burlesca donde todas las transgresiones están permitidas.
Comentario
Al abuelo Tenenbaum no le gusta la manera timorata en la cual su hijo educa a sus dos varones. Su principio es no sólo que “no se les enseña a los niños a temer la vida”, sino que es preciso hacer lo contrario: “hacerlos abrevar en la audacia”.
En esta secuencia invita a los dos hermanos a salir a jugar con él por las calles. Va a transgredir la mayoría de las reglas que por lo común establecen los padres responsables. En dos minutos de película, les enseña a cruzar la senda peatonal en el momento en que el semáforo se pone en verde para los automóviles, a lanzar bombas de agua sobre un taxi, a robar en una tienda, a treparse a un camión recolector de basura, a apostar dinero en juegos prohibidos. El ritmo desenfrenado de la secuencia hace que el espectador mismo se deje llevar por esta excitación lúdica y se vuelva un niño exaltado en ese momento de libertad feliz, sin tener tiempo de pensar en los peligros que ese abuelo les hace correr a sus pequeños nietos. El componente anárquico del juego, que se manifiesta en esa escena, es tan divertido como en el de una película burlesca donde todas las transgresiones están permitidas.