El carterista

Pickpocket

Robert Bresson, Francia, 1959, Diaphana

Comentario

El primer plano de esta escena es un plano secuencia en el que Bresson juega con virtuosismo con lo que nos muestra y lo que nos oculta en el mismo plano. Éste comienza con el ingreso a la estación del personaje principal, pero en lugar de seguirlo, Bresson lo deja salir de cuadro para seguir con la cámara a una pareja que estaba detrás de él y que no tiene ningún papel en esta escena. La pareja se cruza entonces con una mujer vestida con traje sastre, que lleva una valija en cada mano y su cartera bajo el brazo. La cámara sigue a la mujer hasta que llega frente a una ventanilla y se detiene. Desde un primer plano de su valija, Bresson levanta la cámara para mostrarnos al carterista que se acaba de pegar a ella. Nos lo había escondido desde el principio del plano inicial, al igual que su itinerario, jugando con una cámara que, paseando como distraída, seguiría al primer transeúnte que se le cruzara aunque fuera ajeno a la ficción. En lugar de mostrarnos al personaje principal de la película, que es el verdadero tema de la escena, Bresson nos muestra personajes anónimos que sólo están ahí para ocultar el desplazamiento del carterista, que aparece por sorpresa cuando ya lo habíamos perdido de vista.
Para filmar el robo de la cartera de la mujer con traje sastre, Bresson elige, de manera radical, no filmar a los personajes, no filmar sus rostros, sino únicamente el paso de mano en mano de la cartera robada. No podemos reconocer a quién pertenecen las manos que se ven en acción ya que lo importante para Bresson es mostrar el mecanismo bien aceitado de la técnica de los carteristas, el ritmo perfecto y sincronizado de sus acciones, no su identidad. Una de las teorías de Bresson era que las manos actúan de manera independiente del cerebro y de la voluntad, que están dotadas de una gran autonomía, sobre todo cuando se trata, como aquí, de acciones repetidas cientos de veces.
El robo siguiente, el de los billetes que sobresalen de la billetera está filmado en un único plano secuencia muy virtuoso en el que Bresson juega con el tamaño de los reencuadres: parte del personaje del “robado” de pie, bien visible, pero el encuadre se cierra sobre su mano y su billetera hasta que otra mano, anónima, roba los billetes y los pasa a otras manos también anónimas antes de que una apertura del encuadre nos permita ver que este último hombre de la cadena del robo no es otro que el personaje principal del filme.
Para el tercer robo, el del hombre con sombrero, Bresson hace una elección diferente: esta vez nos muestra en el mismo encuadre cerrado los rostros del hombre robado y de los tres ladrones, pero el trabajo de las manos resulta mucho más elíptico, mostrado con planos muy cortos. En efecto, lo que está en juego esta vez no es el virtuosismo técnico sino la rapidez de decisión entre los tres cómplices ante el riesgo de que los atrapen: dejar la billetera robada en el bolsillo de otro viajero en caso de que el hombre robado se diera cuenta de lo que acaba de pasarle.