El acróbata

L'Acrobate

Jean-Daniel Pollet, Francia, 1975

Comentario

En este fragmento, como en La quimera del oro, un objeto va a convertirse en otro por la potencia de lo imaginario. Aquí es una escoba, el instrumento de trabajo más banal y más trivial, el más rígido, la que se convierte en este juego imaginario de Léo en una compañera de baile flexible y deseable. En esta secuencia, el espacio del juego también es el lugar menos romántico del salón de baño-ducha-sauna: el corredor triste y estrecho que Leo transforma, por la potencia de su imaginario y al ritmo de un tango, en salón de baile.

La imaginación tiene una gran potencia de transfiguración de la realidad en ensueño diurno, donde Léo puede realizar sus fantasías de ser un gran bailarín y de seducir por su talento de “acróbata” a la mujer de la que está enamorado, una prostituta llamada Fumée que es su pareja en los cursos y concursos de tango.

El juego también es el de la propia filmación, donde la cámara, en el plano secuencia inicial, debe jugar con virtuosismo con los desplazamientos del actor en ese espacio estrecho. La música, que evidentemente no es la música real del lugar, también es una forma de hacer jugar al espectador con la música imaginaria que está en la cabeza de Léo y que le permite desprenderse de la chata realidad.

 

La escena termina con una vuelta brutal a esa realidad: un cliente del salón, impaciente, insiste para que Léo le dé su champú habitual. Su sueño de gloria como bailarín se corta en seco y vuelve a ser el modesto empleado que limpia el corredor.