Basta de sermones

La Messa è finita

Nanni Moretti, Italia, 1985

Comentario

El joven sacerdote llega con sus petates a su nuevo destino en las afueras de Roma, una iglesia visiblemente abandonada desde hace tiempo, en gran desorden, que anuncia para él días difíciles. El silencio reina y se duerme sobre el colchón de la cama estrecha del cuarto austero y polvoriento.

En el plano siguiente Don Giulio está dormido, pero el espectador tiene ventaja sobre él porque ya vemos por la ventana, abierta al patio, a unos niños que juegan alegremente al fútbol. El lugar no está tan muerto y desierto como parecía.

Ahora la pelota entra por la ventana y despierta al sacerdote. Para recuperarla, un niño entra en el cuarto que creía vacío y se encuentra, sorprendido, frente a un hombre hostil, severo, que lo hace retroceder. El sacerdote sale ahora al patio donde todos niños retroceden ante su mirada reprobatoria. Luego, en una fracción de segundo, la situación cambia de manera imprevisible: el sacerdote le da una patada a la pelota y se pone a jugar frenéticamente con los niños, como si se hubiera convertido él mismo en un niño. Una música alegre acompaña ese cambio de tono. Pero el sacerdote cae y se queda inmóvil en el suelo mientras que el grupo de niños retoma el juego sin él. Uno de los niños llega a patearlo al pasar, como para subrayar su rechazo a integrarlo a su juego. (En un registro totalmente diferente, encontramos la exclusión que sufre el pequeño Edmund en Alemania año cero, de Roberto Rosselini).

Este paso por la comunidad de los niños ha sido una breve ilusión en este descubrimiento de las dificultades que le esperan en esta nueva parroquia. Se ha vuelto nuevamente un adulto solo y en dificultades.